domingo, 3 de julio de 2011

PREDECIBLE OSCURIDAD



Estoy cerca del fin, creo que todo está por terminar, tengo frió, estoy sola en un lugar húmedo y obscuro, me duelen las articulaciones de las manos y los pies gracias a las ataduras. Les pedí que las soltaran un poco, no lo hicieron. Supongo que es mi culpa, la última vez que lo hicieron traté de escapar. Demonios, si tan solo hubiera corrido más rápido, si tan solo no hubiera salido esa noche de casa. “Si tan solo” tres palabras que no significan nada, de nada sirve lamentarse, no a estas alturas del juego. Eso es lo que todo esto es para ellos, un simple juego. Ellos y sus estúpidos canes que arruinaron mi huida. Uno alcanzó a morder mi pierna, solo por eso me atraparon. Después de eso no recuerdo mucho, me golpearon brutalmente amenazando con matarme si volvía a intentarlo, pero no lo harán. No pueden, sin mí no tienen nada, sin mí se les acaba el juego, yo gano, ellos pierden, no lo van a permitir. 
Forcejeo un poco, trato de aflojar mis ataduras. Es inútil, escucho pasos que se acercan, debe ser ya medio día, he perdido la noción del tiempo. Tiemblo, tengo miedo, pero no dejo que ellos lo vean, en cuanto noten un atisbo de debilidad en mi esto se acabó. La puerta se abre, pero no veo nada. ¿Qué me pasa, porque no puedo ver nada? Más pisadas cada vez más cerca, quiero saber que pasa, reprimo el deseo de voltear la cabeza en diferentes direcciones. Silencio, no más pasos, siento su presencia, imponente como siempre. Una mano roza mi mejilla y quito mi cara de golpe. Una repentina luz lastima mis ojos, tengo que cerrarlos, pero no quiero, es la primera vez que puedo ver algo en un largo tiempo. Logré quitarme la venda de los ojos. Él ríe y después me da una bofetada. Trato de gritar, pero me doy cuenta de que estoy amordazada. Siento furia, rencor. Estoy en el piso, me siento mareada, no recuerdo cuando fue la última vez que comí algo. Estoy muy débil. No creo aguantar mucho más. Pero tengo que hacerlo. Él se levanta, dice algo que no alcanzo a comprender y los demás me golpean hasta dejarme inconsciente. Vuelvo a la obscuridad.
Despierto, hay algo diferente esta vez, no me duelen más mis muñecas ni mis tobillos, el lugar dejó de oler mal y no tengo frio. ¿Habré muerto ya? No, aún estoy amarrada, solo que no con tanta fuerza y tengo la mordaza en la boca. ¿Dónde estoy? Escucho pisadas. No, otra vez no, no creo soportar otra golpiza ahora. Me pongo tensa, aun no puedo ver. Se abre otra puerta, pero ahora si puedo ver luz. No entiendo que está pasando, veo una figura que se acerca. Mis ojos aún no están acostumbrados a la luz, después de tanto tiempo en la oscuridad. Los entrecierro un poco, es demasiada luz, solo alcanzo a distinguir sombras. Esta figura se acerca cada vez más, estoy nerviosa, siento cada fibra de mi cuerpo temblar y el miedo se expande. Tranquila, contrólate, se fuerte. ¿Para qué? Ya no sé qué sentido tiene seguir luchando por mi vida, pero no, eso debe ser lo último que debe morir. Las esperanzas, la fuerza de voluntad, porque si mueren, muero con ellas. No quiero morir, aún me quedan muchas cosas por vivir, muchas cosas por hacer. No puedo morir, no quiero morir, no así. Se fuerte, aún queda esperanza. Siento valentía, levanto el rostro y me siento derecha. Sea lo que sea, lo voy a afrontar con la frente en alto. Aquella figura ya está más cerca, su presencia es diferente a la que estoy acostumbrada, me siento insegura, pues ya no sé quién es mi nuevo visitante. Siento el poder y la prepotencia emanando de él, la malicia e inteligencia. Es el jefe, estoy segura.
                                                                                                         
Se arrodilla frente a mí y alcanzo a distinguir unos ojos azules tras la máscara que lleva puesta. Su mirada es divertida, peligrosa. Algo no está bien. Estira la mano, me encojo como reacción a un probable golpe lo que le provoca risa, se divierte conmigo. Una señal de alerta recorre mi cuerpo. Esto no está bien, esto no debe ser así, no entiendo ¿por qué acaricia mi mejilla, mi labio inflamado, por qué me mira con dulzura y hasta con dolor si es él quien me tiene encerrada? Se levanta y me toma por el brazo para levantarme también, estoy débil y me cuesta trabajo mantenerme de pie. Grita a alguno de sus ayudantes que traiga una venda y que me tape los ojos. En un instante no veo nada más, regreso a la oscuridad total. Siento un extraño alivio pues la oscuridad se está volviendo algo familiar, algo que conozco. En ella solo estoy yo con mis añoranzas, mis deseos, mis recuerdos. En ella, yo tengo el control.
Siento que me jalan del brazo, ¿qué está pasando? Como puedo camino, medio arrastrada por mi captor me lleva entre pasillos o lugares, no lo sé, damos muchas vueltas, no tengo idea de donde estoy ni a donde nos dirigimos. Escucho puertas que se abren, pasos atrás y adelante de mí. Hombres murmurando, algunos hasta riéndose de mí. Siento coraje, furia, mis manos se vuelven puños y un nuevo arranque de energía me hace forcejear con mí opresor. En un instante de distracción, logro zafarme de su agarre, corro hacia cualquier lado mientras me quito la venda de los ojos. Tardo en adaptarme a la luz, sin embargo sigo corriendo, estoy muy débil, las piernas me flanquean, la mordida del perro me debilita aún más. No importa, sigo corriendo, escucho una revolución en el pasillo detrás de mí. Voces familiares gritan entre sí, alertadas, temerosas. Escucho una voz nueva perteneciente a los ojos azules, se nota tranquilidad en ella al dar instrucción a sus hombres que no se alteren, que no podré escapar. Corro más rápido. Veo una puerta entreabierta, la empujo con cuidado, esta obscuro, es un armario, me meto ahí, a esperar que todo se tranquilice y recuperar un poco de fuerza. Escucho pasos, muchos corren, otros caminan. Todos me buscan.
De pronto me siento como en una película que vi antes de terminar en aquí. La chica se esconde en un armario para que no la encuentre un grupo de piratas. Que ridículo. Esto no es una película, no soy la chica y ellos no son piratas. No hay alguien sentado en una silla dirigiendo un thriller y nadie dirá corte antes de que me aniquilen. Que estúpida me siento, estoy en un verdadero peligro, mi vida está en juego y en lugar de pensar como escapar, me estoy comparando con una película de Hollywood. Es gracioso como en momentos tan desesperantes, tu cerebro busca la forma de hacerte sentir mejor.
Escucho un ruido muy cerca, me sobre salto. Espero que no me encuentren. Pero ¿Qué estoy diciendo? No cabe duda de que me van a encontrar y no cabe duda de que me van a matar. No, no dejes que esos pensamientos entren en tu mente. No, sácalos arráncalos de raíz, debes ser fuerte, porque al final es tu vida la que tienes que salvar. Es la tuya no la de nadie más.
Puedo oír un crujido, están cerca, se me corta la respiración, tengo mucho miedo. Siento como ese escalofrió recorre mi espalda y como empiezo a sudar frio. Algo resbala por mi mejilla ¿una lágrima? Entonces puedo ver una sombra frente al armario. Mierda. Trato de hacerme hacia atrás pero no tengo espacio. La puerta se abre poco a poco. Y aparecen los ojos azules. Hace una mueca de diversión y me dice que desearía no hacerme esto. ¿Hacer qué? Mi cabeza golpea fuertemente el piso, todo se vuelve negro una vez más. Siento como llega poco a poco la inconciencia y aunque trato de luchar contra ella es imposible, finalmente ella gana y yo quedo tirada en el piso de un maldito armario, golpeada una vez más.
Me duele la cabeza, no recuerdo nada. Siento un delicioso calor recorriendo mi cuerpo. Un momento, ¿calor? Había estado alejado tanto tiempo del sol que sentir los rayos contra mi piel me desconcertó. ¿Qué demonios pasó? No escape, eso lo sé porque aún estoy amarrada, tengo los ojos vendados, pero hay algo diferente, además del sol, estoy sobre una superficie suave. Me siento mejor, como si después de un largo día de trabajo me hubiese dado un baño relajante. ¿Qué está pasando? Escucho un ruido. Me sobresalto otra vez. Estoy harta de esto. Debería de estar acostumbrada a escuchar ruidos, a no saber qué está pasando y sin embargo, esos idiotas siguen teniendo cierto control sobre mí. Como odio eso. Siempre he sido una mujer independiente, una mujer que hasta hace un tiempo, podía cuidarse sola. Una puerta se abre y es cuando me doy cuenta que no estoy sentada, estoy acostada, trato de moverme pero estoy amarrada de pies y manos. Esto no me gusta. Tengo un muy mal presentimiento. Se abre otra puerta, ahora muy cerca de donde estoy y escucho pasos que se acercan a mí.
Suspiro de agotamiento, pasos, puertas, susurros, es todo lo que he escuchado por mucho tiempo ya. Extraño el sonido de las podadoras, las lavadoras de platos, los ladridos del irritante perro de mi vecino, y ni hablar de los pájaros, la música, extraño el sonido de la vida misma. Cosas que no valoramos día con día y solo en situaciones así comprendemos que no están siempre. Otra lágrima resbala por mi mejilla, pensar en todas esas cosas que daba por hecho en mi vida y ahora no están más. Quien quiera que fuese, se acercó aún más y se sentó junto a mí, limpió la lágrima que escurrió por mi mejilla con sus labios. No me gusta nada a donde se dirige esto. Me estremecí con la idea. Sabía que era algo inevitable, estaba amarrada, o mejor dicho encadenada y a su completa disposición, quisiera o no. Comienzo a temblar mientras él misterioso acompañante besa mi cuello. Trato de resistirme, jalo las cadenas y quiero gritar, no puedo, me doy cuenta de que estoy amordazada, así que lo único que sale de mi garganta es un gemido. Se levanta y me dice al odio que no me preocupe, que me deje llevar. Me dan nauseas, quiero gritar, me muevo hacia todos lados pero no puedo liberarme de las cadenas. Es inútil. Aquél extraño comienza a besar mis lóbulos, mi cuello, sigue la línea de mi mandíbula, baja por mi mentón y continúa hacia mi clavícula. Me resigno, no puedo evitar lo que va a pasar y lloro. Lloro por mí, por el estado en el que me encuentro, lloro porque odio este sentimiento de vulnerabilidad. Sigue besando mi cuerpo, apenas noto que no traigo más que un sostén y unas bragas. Pasa sus labios por mi pecho, encima de la tela de mi sostén. Es inevitable la reacción de mi cuerpo, aunque mi mente no lo perciba de la misma manera. No puedo ver, solo sentir. Sigue besando mi abdomen, mi ombligo, mi vientre. Con su mano, me roza levemente sobre la braga y me da asco. Tengo el impulso de vomitar, no puedo hacer nada. Siento que me ahogo con la mordaza en la boca y empiezo a toser. Él sube lentamente hasta mi rostro y me quita la mordaza. Al instante su boca la remplazó, arremetiendo contra la mía con furia y urgencia. Traté de moverme, pero él agarró mi rostro con fuerza y no pude soltarme de él. Le muerdo el labio con furia y repulsión. Siento un sabor metálico en la boca. Sangre, su sangre.
Lo escucho reír. Y vuelve a arremeter contra mis labios, no puedo quitármelo de encima, las cadenas no me dejan moverme, por más que forcejeo no puedo. No puedo. ¡Me da furia! Siento como su lengua viola mi boca y no puedo hacer nada. Por fin suelta mi rostro y logro zafarme de su beso. Sé que viene lo peor. Sus manos buscan desesperadamente el broche del sostén. Lo encuentra y lo arranca con intensidad de mi cuerpo. Puedo sentir como crece su erección contra mi vientre. Sus manos se vuelven pinzas, amasa y pellizca mis senos, me duele. Entre tanto movimiento, se cae la venda de mis ojos y puedo ver lo que está pasando. Lloro aún más y volteo la cabeza, no quiero verlo, es suficiente con tener que sentirlo. Su boca remplaza una mano, dando lengüetazos, succionando y mordiendo, mientras que su mano desciende. Comienza con desesperación sobre la braga y después no puede más, la arranca con furia. Estaba desesperado. Con su mano empieza a dar leves toques. Hace cosas que en otra situación me hubiesen hecho retorcer de placer, pero ahora solo me provocan asco y rencor. Su mano vuelve a remplazar a sus labios y viceversa. Su lengua empieza a arremeter contra mi clítoris. Lloro, siento debilidad.
Él me ve, entonces veo esos ojos azules, hay algo en ellos que me perturba, algo en ellos que es familiar. Sonríe con malicia y me vuelve a besar. Me agarra de la cintura y me da vuelta. Me coloca en cuatro puntos. Agarra mi cabello y lo tira con fuerza arrancándome un grito. Susurra algo a mi oído que no puedo entender, estoy aturdida con todo lo que está pasando. Se arrodilla detrás de mí, sus manos siguen amasando con furia mis senos. Me está lastimando, duele mucho. Siento una punzada horrible de dolor y grito de nuevo. Me penetra con furia. Embiste contra mí como si quisiera atravesarme. Mis senos chocan entre sí, pero no los suelta. Sigue entrando y saliendo de mí con rapidez. Lo escucho gemir y hasta gritar. Se sale de mí y lleva su erección a mi boca, me obliga a lamerle, no quiero, me obliga.
Se me ocurre una idea. Empiezo a fingir que lo disfruto, hasta gimo. Le pido que me suelte, que me deje tocarlo como el me tocó a mí, que me deje hacerle sentir lo que él me hiso sentir a mí. Debo ser convincente, al instante me libera de los pies y luego las manos. Finjo un poco más me monto sobre él y lo beso. Reprimo todo el asco que siento y le beso el cuerpo, sin que se dé cuenta lo encadeno de los pies, pero está tan sumergido en el placer que no lo siente. Lo beso despacio llego a su cuello y trato de encadenarle las manos. Fallo, se mueve. Nuevo plan. Bajo lentamente hasta su erección y la llevo a mi boca de nuevo. Momento de actuar. Robo con cuidado la llave y muerdo con todas mis fuerzas. Siento la sangre fluir y como mis dientes chocar, lo escucho gritar. Le amarro la mordaza a la boca y no puede gritar más. Le escupo el pedazo de virilidad que acabo de cortarle y me ve con miedo. Suelto una carcajada. Me encanta el sentimiento de poder. Ahora entiendo su necesidad. Es curioso. Agarro mi ropa interior y me visto mientras que veo como él se desmaya del dolor. Si no para esa hemorragia rápido, puede morir. Rio de nuevo. Oh la satisfacción que siento de haberle causado dolor es increíble, es una nueva fase de mí, es algo que no conocía. Me gusta. Saboreo la sangre que queda en mis labios. Escucho con atención para asegurarme de que no hay nadie más cerca. No escucho nada. Tomo su camisa y me la pongo. Con la llave abro la puerta, y salgo en silencio, camino con cuidado por los pasillos, fijándome que no haya nadie, veo cosas conocidas, un vestíbulo que me parece familiar. Me encojo de hombros. Veo una puerta que parece entrada principal, me doy cuenta que estoy en una casa. Me asomo con cuidado a la ventana. Veo que hay dos hombres afuera. Busco a mi alrededor algo con que distraerlos y encuentro la cocina. Entro a hurtadillas hay otro hombre viendo la televisión. Me arrastro por el piso y tomo un par de cuchillos en extremo silencio. Lo agarro con fuerza, de pronto me siento fuerte, no solo física, pero emocionalmente también. Me escabullo de vuelta a la entrada, abro con cuidado, salgo. Siento el aire fresco entrar en mis pulmones y el frio rozar mi rostro. Siento que la vida me vuelve al cuerpo. Con sigilo me acerco al primer hombre y le corto la yugular con el cuchillo, antes de que el segundo hombre se me acerca le lanzo el cuchillo y se lo inserto en el ojo. Rio. Escucho como el hombre de la cocina se levanta. Avanzo con paso decidido, aún tengo sangre en los labios. Recojo mis cuchillos y camino hacia el bosque, decida con cuidado. Camino y camino, nadie me sigue, está todo muy callado. No me molesto en voltear atrás. Cuando llego a la carretera me siento un poco aliviada, estoy descalza, semidesnuda, pero viva. Camino hasta el poblado más cercano, entonces lo vi, un chico no mucho más grande que yo, con ojos azules, cojeaba con una hielera y se dirigía al hospital. Cuando vi su rostro completo supe porque me era familiar. Él era mi mejor amigo, aquel bastardo que me había secuestrado y tenido encerrada. Aquél idiota que me había violado era mi mejor amigo. Enfurezco. Corro hacia él. No me importa que venga con dos hombres más, no me importa que me vuelva a capturar. Tiene que pagar. Así que corro hacia él. Le grito su nombre, reconoce mi voz. Se queda paralizado en la entrada. Sigo corriendo. Lo alcanzo y lo abofeteo con fuerza. Claramente no soy ni estaba lo suficientemente fuerte como para dañarlo. Empuño mi cuchillo y lo mato. Se lo entierro en el corazón y lo retuerzo. Susurra mi nombre. Me importa un bledo. Una lágrima recorre mi mejilla cuando suelta su último suspiro. Lo quería. Lo amaba y sin embargo lo maté.
Siento una punzada horrible en el pecho, caigo débil. Suelto el cuchillo y me desplomo sobre él. Una bala atraviesa mi corazón. Siento frío, pero no tengo miedo. Todo termino ahora, estaré bien, tranquila. Todo se empieza a volver negro, escucho como las enfermeras salen corriendo del hospital, apresurándose por socorrernos. Pero no me importa. Ya he terminado con esto. Él murió y murió por mi mano. No me queda más por que vivir. Moriré orgullosa, sabiendo que es él quien muere por mí y no yo por él. Así es como debe ser. 
Siento una vez más como la obscuridad se viene sobre de mí. Pero esta vez es una oscuridad diferente. Y a diferencia de otras veces, la dejo llegar sin luchar contra ella. Esta vez sé que de esa oscuridad no volveré jamás.
 

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