Tanto ruido, no puedo pensar. Tantas cosas que hay que hacer, tantas cosas
que hay que acabar y muchas otras que hay que empezar. Sentada desde la pequeña
mesa de un café, miro a mí alrededor, veo muchos rostros apurados, personas que
tienen que llegar a algún lado. La gente corre de techo en techo,
resguardándose de la lluvia. Uno que otro maldice el clima antes de salir.
Pago mi café y salgo a la calle, siento el impacto del aire frio contra mi rostro,
cierro los ojos y disfruto del momento. Inhalo el olor de la lluvia, ese olor a
humedad que tanto me gusta, siento las gotas de agua caer sobre mí. Esta todo
lleno de un encanto, una belleza natural que muchos dejan de lado. Detrás de mí,
una señora me grita que me mueva y tras una sarta de groserías la veo alejarse.
Tengo que ir a trabajar, voy tarde. Sin embargo no iré. Estoy cansada de la
gente apresurada, del ruido de la ciudad, de la multitud que no me permite
pensar. Extraño el sonido de mis ideas. Quiero volver a escribir, volver a
contemplar la belleza de las cosas, volver a encontrar la
inspiración.
Veo mi auto
estacionado, pero sigo caminando. No estoy segura de a dónde me dirijo, pero sé
que tengo que escapar. Necesito reencontrar mis ideas.