Parado en la esquina de una habitación, resentido de la soledad que hoy me
abruma, recuerdo con melancólica melodía, aquellos momentos que compartimos
ella y yo. Los dulces, al igual que los amargos. Todos y cada uno de ellos son atesorados
por mí ahora.
Odio esta abrumadora soledad. Me siento asfixiado, y aunque no estoy
completamente solo en esta habitación, la compañía de los demás no me hace
sentir mejor. No, en realidad estamos todos igual. Este lugar no es más que una
simple bodega musical y todos nosotros estamos abandonados aquí.
Personas que nos empeñan y nunca nos recuperan, quien nos vende, los que
mueren y no quedamos a manos de nadie, o quien como yo, es botado por que el
simple hecho de mirarlo causa dolor.
Hoy, recuerdo todos aquellos momentos que pasmos juntos con una melancólica melodía.
Recuerdo cuando por primera vez te sentaste en mi banco y con tus pequeñas
manitas tocabas melodías sin sentido, cantando y gritando que eras la mejor
pianista que había existido. Tu papá llego y te cargo, empezó a enseñarte las
notas. "Do, Re, Mi..." entendías con gran velocidad y tenias una
agilidad increíble. Simplemente oído musical.
Oh, como duelen esos pequeños recuerdos, esos breves momentos que
compartimos que me recuerdan ahora que simplemente no estás más. Pasó el
tiempo, y disfrutaba de tu compañía, pasábamos horas juntos repitiendo las
escalas y arpegios, recuerdo perfectamente como desesperabas cuando no salía a
la perfección y deseabas iniciar de nuevo. Aun siento tus pequeñas manos como
puños en mis teclas cuando golpeabas frustrada. Pero eso nunca te detuvo,
siempre seguiste adelante, y lo conseguiste.
Seguiste creciendo, seguiste tocando, pasábamos aún más tiempo que antes,
solo los dos. Ambos podíamos crear hermosas melodías que alegraban a quien
escuchara, pero podíamos también proyectar la tristeza y melancolía de un
corazón roto. Fui tu ancla, tu refugio de todos tus problemas, tu escape. Y yo
solo esperaba el momento en el que volverías a casa para compartir más notas.
Todo era felicidad, yo.... ah... me sentía completo, eras parte de mi y creí
que así sería siempre. Creí que no te ibas a separar de mí nunca y estoy seguro
de que creías lo mismo.
Hasta el choque. Venias de regreso de una fiesta y un idiota se atravesó por
la carretera y por salvar su vida, perdiste una parte importante de ti, tu mano
derecha. Sin ella no podías tocar más. Aunque te pusieron la prótesis, esa mano
de hierro, fría, no sabía tocar lo que sentías.
Entonces te fuiste me dejaste solo, nunca más volviste a tocarme. Llorabas
de verme en el rincón de la sala y decidiste deshacerte de mí.
No te culpo, entiendo tu dolor. Y ahora toco esta melancólica melodía por
nuestros momentos juntos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario