jueves, 11 de septiembre de 2014

DE AMORES Y FANTASMAS

Miro por la ventana. Diferentes escenas suceden a mi alrededor, una mujer patea a un perro cuando se le acerca. El caos de la ciudad se despide de mí como un viejo amigo. El taxista interrumpe sus quejas sobre el gobierno para insultar al conductor que le cortó el paso. Veo a la gente caminar por la calle, la combinación de la luz del cielo y los edificios crean el equilibrio perfecto para una fotografía. Cualquier otro día habría parado al taxista y me habría tirado al piso para sacar esa foto. Pero hoy no.
Hoy no puedo hacer otra cosa que no sea pensar en ella. Jamás creí que me enamoraría así, la odiaba tanto, me parecía la persona más detestable, obsesiva compulsiva, todo en orden todo el tiempo, me volvía loco, y sin embargo, la extraño. Supongo que me obligué a odiarla. Nunca pensé que podríamos estar juntos, ella estaba por casarse con mi hermano, una cosa más en su vida que salía tal y como había planeado. Yo, yo solo quería largarme de México lo más rápido posible. No soporto estar en el mismo lugar mucho tiempo y, aunque amo esta ciudad, hemos tenido nuestras diferencias. Accedí a regresar solo por la boda, con la condición de que no me quedaría más de tres días.
La boda. ¡Estúpida boda! ¡Estúpida Renata y su necedad! ¡Estúpido Raúl por cumplir sus caprichos! Mi hermano, baboso como siempre, detuvo el auto saliendo del aeropuerto porque ella creyó haber visto un perro bajo la lluvia. Renata me pidió que bajara del auto a buscarlo. ¡Por favor! “Bájate y búscalo.” Búscalo tú, pensé. Antes de que pudiera decir algo, Raúl fue por el perro. Llovía, estaba obscuro, el maldito perro corrió, Raúl no fue tan rápido. El auto no frenó y pude verlo volar sobre el cofre. Odié a Renata aún más. Su necedad me quitó a mi hermano. Todavía no puedo creer que esté muerto.
Aún lo escucho pelear con papá por mí. Tratando de hacerle entender que mi vocación jamás fue la contaduría, siempre fui más sensible, la fotografía era lo mío. Papá nunca lo entendió. Los extraño tanto. Podría decir que fue el amor por mi hermano lo que me obligó quedarme, pero eso sería mentira. No quería pasar por esto solo. He estado tan solo en mi vida que cuando vi la oportunidad, la tomé sin pensarlo. Yo había perdido un hermano y Renata a su esposo.
No hablábamos mucho, pasábamos los días en silencio, paseando por el departamento dentro de una burbuja, sin creer lo que había sucedido. Hasta que una noche no pude más. Salí en busca de mujeres y alcohol, pensé que me harían sentir mejor, siempre funciona. Pero esta vez no. Me di cuenta de que no quería a nadie más. Sólo podía pensar en Renata, sentía la responsabilidad de estar con ella, como si al morir Raúl ella había pasado a mi cuidado.
Regresé y la encontré en el piso, junto a una caja que había estado llenando con las cosas de Raúl. Había decidido vender el departamento, no quería vivir ahí sin Raúl. Sostenía un CD de Ingrid Micaelson que le había regalado en un cumpleaños. Raúl nunca se lo dijo, pero ella sabía que lo odiaba. Claro que lo odiaba, mi hermano detestaba ese tipo de música, yo había intentado convencerlo varias veces sin éxito. Tomé el CD y lo puse. Saqué dos cervezas del refri y me senté junto a ella, y por primera vez escuché lo que tenía que decir y me enamoré de ella.
No éramos tan diferentes. Era una mujer maravillosa, llena de secretos. Su sueño era ser pianista pero su padre no lo permitió y la obligó a estudiar leyes. Dentro de esa coraza rígida había un alma soñadora, y todo lo que odiaba de ella en realidad me parecía dulce. La primera vez que la vi sonreír me desarmé por completo. Entendí que por esa sonrisa haría cualquier cosa.
Poco a poco lo días mejoraron, nos acostumbramos a vivir juntos. Al principio ella estaba un poco reacia, pero yo no tenía a dónde ir y ella no quería estar sola. Por primera vez en mi vida me sentí bien. Había alguien en mi vida y me gustaba. Debo admitir que me sentía un poco culpable, estaba disfrutando de la vida que mi hermano no había tenido. Me consolé pensando que tal vez Raúl estaría feliz por nosotros.
Tenía miedo, estaba casi seguro de que Renata no sentía lo mismo. Creí que estaba soñando la noche que llegó llorando a mi habitación. “¿Santiago?” No dijo más que mi nombre, se metió en la cama, me abrazó y se quedó dormida. Un par de horas después se despertó, pensó que yo dormía y me besó la mejilla. “No me dejes” susurró y volvió a dormirse.
Renata y yo intentamos no dejar que el recuerdo de Raúl se interpusiera, pero fue mas difícil de lo que pensé. Renata no dejaba de compararme con él, insistía en que hiciera las mismas cosas que Raúl hacía. Todos los martes tenía que llevarla al Callejero y luego al cine, como hacían ellos antes. Intenté cambiarlo, volverlo nuestro, ella no me dejó.
Cuando recibí la llamada ofreciéndome la oportunidad de ser parte de un proyecto fotográfico en Argentina pensé que sería lo mejor para Renata y para mí. Creí que alejándonos un poco del fantasma de Raúl, tendríamos la oportunidad de ser felices. Salir del departamento que habían comprado juntos parecía un buen paso. Ella no lo vio así.
Me gritó durante una hora seguida, insultándome, demandando una y otra vez por qué no era como Raúl, él jamás le habría pedido que dejara su rutina. Renata no veía en mi la oportunidad de un nuevo comienzo, veía la oportunidad de recuperar a Raúl. Ella nunca me quiso, estaba enamorada de una idea, de un fantasma. Lo dejó muy claro cuando dijo que deseaba que yo hubiera muerto en lugar de él. En ese momento lo deseé también.
Intenté hablar con ella esta mañana, con la esperanza de que hubiera cambiado de idea, pero no respondió. Dejé un mensaje de voz. Me cuesta imaginar qué será mi vida sin ella. Escucho su voz en mi cabeza. Es increíble lo rápido que llegué a amarla. Fui un idiota. Ella jamás me iba a querer. Nadie me quiere después de conocer a Raúl.
-Llegamos joven.
El taxista interrumpe mis pensamientos. Le pago y camino hacia adentro. Saco el celular, con la intención de llamar a Renata de nuevo. Aún hay tiempo.
-¡Killian!
Una pequeña niña grita a su perro. Se soltó, pasa junto a mí y corre en dirección al estacionamiento. Corro tras el perro, maldito perro, él corrió. Yo no soy tan rápido.

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