Bien, me tienen encerrado en un manicomio. Creen que estoy loco. Pero no lo
estoy, solo veo las cosas de manera diferente a ellos. Creen que mi forma de
pensar es errada. !Que rara concepción de lo que es correcto & lo que es
equivocado¡ Quieren controlarme, piensan que lo hacen, creen que al quitarme
todo lo material, mi libertad, mejorará mi condición. !Que ingenuos! No se
puede arreglar algo que funciona. Podrán quitarme todo, pueden tenerme
encerrado, pero en realidad no pierdo nada. No tenía nada que perder. Y esos
imbéciles no pueden quitarme lo que más adoro. No pueden hurtar mis memorias.
!Oh¡ dulces recuerdos que nadie me puede quitar, que me mantienen con vida.
Desde muy pequeño he tenido una afición fuera
de lo común con las armas blancas. Cuchillos & espadas por igual. Nunca fui
como los demás niños de mi edad. Era muy retraído, no tenía muchos amigos, los
demás me evadían. Entiendo ahora porque. Mi madre siempre lo atribuía a lo
único & especial que yo era, ella no tenía idea de la verdad de sus
palabras. Fue tal mi afición por las armas blancas, que rogaba a mi padre
que me permitiera tener mi propia colección. Mamá no estaba muy feliz con la
idea, pero papá pensó que sería un hobby interesante para mí, así que al
cumplir ocho años, me regalaron una pequeña daga. Una antigüedad que llevaba
mucho tiempo en la familia. Aquella daga se volvió mi pieza más atesorada, la
pieza que inició mi gran colección. Pasaba horas observándola, admiraba las
diferentes hojas, empuñaduras, diseños.
Conforme pasaban los años, mi colección fue aumentando
& fui desarrollando una habilidad extraordinaria en su manejo. Sabía
blandirlas con porte & elegancia, sin embargo feroz al entrar en combate.
En la academia de esgrima, me consideraban el mejor alumno e incluso me habían
ofrecido impartir clases a los más pequeños. Mi vida marchaba bien.
Al cumplir diecinueve años, mis padres me regalaron mi
última pieza de mi colección. Un hermoso sable francés, una réplica exacta de
un sable usado en la revolución francesa. Esa tarde salí a festejar con los
pocos, pero buenos amigos que tenía. Había algo extraño cuando llegue a casa.
Estaba muy oscuro, como si no hubiese nadie en casa. Al acercarme a la puerta,
noté que la cerradura había sido forzada. Con todo el silencio posible, me metí
a hurtadillas. Escuché ruidos & vi sombras que provenían de la sala, así
que me escabullí hasta la biblioteca, donde guardaba mi colección. Tomé mi
primera daga & la empuñé
Me dirigí sigilosamente hacia la sala & desde el pie de
las escaleras pude ver que tenían a mi madre amordazada & atada a una
silla. Tenía sangre en la ceja & una lágrima se deslizaba por su mejilla.
Estaba aterrorizada. No veía a papá por ningún lado, cuando escuché al intruso
reír al patear algo & noté a mi madre aún más alterada. Entonces vi
que el objeto que pateaba no era una cosa, si no el cuerpo inerte de mi
padre. Mamá logró deshacerse del pañuelo que tenía en la boca y lanzó un grito
desesperado de auxilio.
Recuerdo tan bien el gesto de horror plasmado en el
rostro de mi madre & su voz tenía un sonido desgarrador & atemorizado.
El bastardo parecía estar disfrutando al máximo la situación. Pero cuando mi
madre no guardó silencio como él le indico, el ladrón se volvió con la
intención de darle una bofetada. No pude mantenerme oculto más tiempo. Lancé la
daga & se le clavó en la mano que tenía levantada. Salí a la luz con mucha
ira dentro de mí. El asaltante se volvió con la intención de dispararme tal
& como había hecho con mi padre, pero yo fui más rápido. Recuperé la daga
que acababa de lanzar & de una patada tiré la pistola de mi atacante.
Pronto dejé de verlo como defensa personal, para mí se convirtió en un juego.
Asechaba a mi presa con cuidado. Poco a poco fui creando miles de opciones para
matarle en mi mente.
Mi ira se transformo en placer. El asaltante estaba
asustado. Comencé a reír. El sujeto se asustó aun más. Me acerque más a mi
presa & esta tropezó & cayó al piso. Podía inhalar el miedo de la
atmosfera. Yo seguía riendo y me parece que dije algo como:
- Ahora no es tan divertido para ti, pero yo, me la estoy pasando de
maravilla. Veamos, ¿cómo puedo matarte?
El muchacho temblaba de miedo. No era mucho más grande que yo. Mi madre
gritaba que dejara al chico, que no valía la pena que fuera asesino como él.
¿Qué sabe ella? Claro que lo valía. Mientras dialogaba en mi interior acerca de
la mejor manera de matarlo, imaginando cada escenario & disfrutando
simplemente de la idea, el joven se había puesto de pie & se disponía a
atacarme por la espalda. Me volví & le di una bofetada que le obligó a
volver al piso inmediatamente. Reí de nuevo.
- ¿Tu madre nunca te dijo que no debes atacar a alguien por la espalda? Que
falta de modales.
Le sonreí al muchacho y me abalancé sobre él. Tomé la daga y me detuve por
un instante a disfrutar el terror en sus ojos, el miedo de mi madre en su voz.
Su mirada me imploraba clemencia. ¿Clemencia? ¿Por qué tendría que ser
misericordioso con aquél hombre a quien no conocía, por qué ceder mi máxima
diversión? Con delicadeza deslicé la hoja de la daga en sus mejillas, las que
comenzaron a sangrar al instante. El muchacho tenía un gesto de dolor tan
hermoso en el rostro que me motivo a continuar. Fui narrándole al muchacho todo
lo que le haría, lo que hacía que el terror fuese cada vez más profundo. Mi
madre aun estaba amarrada a la silla & presenciaba toda la masacre.
Disfruté tanto cortar, apuñalar & desgarrar su cuerpo, los gritos de dolor
hacían que me estremeciera. Cuando vi la luz de vida abandonar sus ojos cafés
fue la mejor sensación, un éxtasis total me invadió. Jamás olvidaré a mi
primera víctima, la primera de muchas que siguieron después. Esa noche cambió
mi vida. Descubrí mi verdadera vocación. Matar es una sensación extravagante,
no es para cualquiera. Sin embargo, si tienes las agallas, ¿por qué no?