domingo, 6 de noviembre de 2011
INCOHERENCIAS
Hoy escribo estas líneas con cariño, escribo muchas incoherencias para ti. Te escribo para confesarte que te quiero, para decir que haz llegado a tener un gran poder sobre mi. Que haz llegado a despertarme de mi sueño y sin embargo, me haces soñar despierta. Me inquiera tu presencia, pero a la vez me llenas de paz. Escribo con desesperada paciencia ya que apenas notas mi presencia y me imagino lo que sería si yo fuera para ti lo que tu para mi. ¿Te sentirías igual de abrumado si yo ignorara tu presencia? No, nuca lo haría. No podría negarte ni por un instante. No tiene sentido, lo sé. Pero así es esto. ¿No? Sin un sentido, sin un orden o una explicación. Solo lo que es. Un sentimiento espontaneo que poco a poco va cobrando forma. Estoy perdiendo la cabeza, no encuentro mi inspiración y en lo unico que puedo pensar es en ti. Veo como se pone el sol, indicio de que el día esta terminando, pero aun queda la noche. Noches que me paso despierta pensando, imaginando posibles esenarios en los que podríamos encontrarnos, y no se, tal vez conocernos mejor. Debe haber una forma de hacerte verme. Siento que pierdo mi tiempo, no encuentro el motivo de este sentimiento, pero no puedo evitarlo. Te haz vuelto parte indispensable de mi por más que quiero evitarlo. ¿Qué me haz echo? Solo quiero volver a lo que era antes y sin embargo me rehuso a desprenderme de esta sensación.
lunes, 3 de octubre de 2011
IDEAS
Tanto ruido, no puedo pensar. Tantas cosas que hay que hacer, tantas cosas
que hay que acabar y muchas otras que hay que empezar. Sentada desde la pequeña
mesa de un café, miro a mí alrededor, veo muchos rostros apurados, personas que
tienen que llegar a algún lado. La gente corre de techo en techo,
resguardándose de la lluvia. Uno que otro maldice el clima antes de salir.
Pago mi café y salgo a la calle, siento el impacto del aire frio contra mi rostro,
cierro los ojos y disfruto del momento. Inhalo el olor de la lluvia, ese olor a
humedad que tanto me gusta, siento las gotas de agua caer sobre mí. Esta todo
lleno de un encanto, una belleza natural que muchos dejan de lado. Detrás de mí,
una señora me grita que me mueva y tras una sarta de groserías la veo alejarse.
Tengo que ir a trabajar, voy tarde. Sin embargo no iré. Estoy cansada de la
gente apresurada, del ruido de la ciudad, de la multitud que no me permite
pensar. Extraño el sonido de mis ideas. Quiero volver a escribir, volver a
contemplar la belleza de las cosas, volver a encontrar la
inspiración.
Veo mi auto estacionado, pero sigo caminando. No estoy segura de a dónde me dirijo, pero sé que tengo que escapar. Necesito reencontrar mis ideas.
Veo mi auto estacionado, pero sigo caminando. No estoy segura de a dónde me dirijo, pero sé que tengo que escapar. Necesito reencontrar mis ideas.
miércoles, 31 de agosto de 2011
ADIOS
Bueno, ya que no tienes nada que decir, yo sí, y no voy a esperar a que
tengas tiempo. Te amé. Te espere, sufrí mucho pero ya no puedo hacerlo más.
Lamento mucho haberte hecho pasar por momentos difíciles. Pensé que si lo superábamos
podríamos superar muchas cosas juntos. Creí en ti y estuviste a mi lado en
tiempos difíciles. Y aunque me pediste un tiempo y deje de saber de ti. Tu
simple recuerdo me mantuvo de pie, me evito la caída al vacío. Aún vivía con la
esperanza de volver a tus brazos una vez más. Pero no fue así.
Si alguna vez dije "te amo" nunca dudes que fue verdad. Gracias, me enseñaste muchas cosas y de ti aprendí a amar de nuevo. Nunca me había entregado a nadie de esta forma. Gracias por ser el apoyo que necesitaba en momentos difíciles, aunque no estuvieses literalmente a mi lado.
Me hubiera gustado poder entregarte lo que aun hay en mí. Pero no fue así. Sé que encontraras a quien te pueda dar lo que no te di...
Dices que no fuiste lo suficientemente fuerte, pero fuiste más fuerte de lo que crees, me ayudaste más de lo que te imaginas y si pude salir adelante fue gracias a ti. Lamento si te hice pasar un trago amargo. Nunca fue mi intención. Jamás quise más que tu felicidad y las cosas se complicaron. Me hubiese gustado que pudiéramos retomar lo que tuvimos y poder ser parte de ti. Tal vez no es lo que debe pasar. Perdóname por haberte hecho pasar momentos difíciles, pero no solo fueron difíciles para ti. Todo lo que pasamos me sirvió mucho. Me di cuenta de que hay más en mí de lo que pensé. Me ayudaste a encontrar una parte de mí que no conocía. No me queda más que desearte que seas feliz mi amor.
Si alguna vez dije "te amo" nunca dudes que fue verdad. Gracias, me enseñaste muchas cosas y de ti aprendí a amar de nuevo. Nunca me había entregado a nadie de esta forma. Gracias por ser el apoyo que necesitaba en momentos difíciles, aunque no estuvieses literalmente a mi lado.
Me hubiera gustado poder entregarte lo que aun hay en mí. Pero no fue así. Sé que encontraras a quien te pueda dar lo que no te di...
Dices que no fuiste lo suficientemente fuerte, pero fuiste más fuerte de lo que crees, me ayudaste más de lo que te imaginas y si pude salir adelante fue gracias a ti. Lamento si te hice pasar un trago amargo. Nunca fue mi intención. Jamás quise más que tu felicidad y las cosas se complicaron. Me hubiese gustado que pudiéramos retomar lo que tuvimos y poder ser parte de ti. Tal vez no es lo que debe pasar. Perdóname por haberte hecho pasar momentos difíciles, pero no solo fueron difíciles para ti. Todo lo que pasamos me sirvió mucho. Me di cuenta de que hay más en mí de lo que pensé. Me ayudaste a encontrar una parte de mí que no conocía. No me queda más que desearte que seas feliz mi amor.
miércoles, 27 de julio de 2011
MELANCOLICA MELODIA
Parado en la esquina de una habitación, resentido de la soledad que hoy me
abruma, recuerdo con melancólica melodía, aquellos momentos que compartimos
ella y yo. Los dulces, al igual que los amargos. Todos y cada uno de ellos son atesorados
por mí ahora.
Odio esta abrumadora soledad. Me siento asfixiado, y aunque no estoy completamente solo en esta habitación, la compañía de los demás no me hace sentir mejor. No, en realidad estamos todos igual. Este lugar no es más que una simple bodega musical y todos nosotros estamos abandonados aquí.
Personas que nos empeñan y nunca nos recuperan, quien nos vende, los que mueren y no quedamos a manos de nadie, o quien como yo, es botado por que el simple hecho de mirarlo causa dolor.
Hoy, recuerdo todos aquellos momentos que pasmos juntos con una melancólica melodía. Recuerdo cuando por primera vez te sentaste en mi banco y con tus pequeñas manitas tocabas melodías sin sentido, cantando y gritando que eras la mejor pianista que había existido. Tu papá llego y te cargo, empezó a enseñarte las notas. "Do, Re, Mi..." entendías con gran velocidad y tenias una agilidad increíble. Simplemente oído musical.
Oh, como duelen esos pequeños recuerdos, esos breves momentos que compartimos que me recuerdan ahora que simplemente no estás más. Pasó el tiempo, y disfrutaba de tu compañía, pasábamos horas juntos repitiendo las escalas y arpegios, recuerdo perfectamente como desesperabas cuando no salía a la perfección y deseabas iniciar de nuevo. Aun siento tus pequeñas manos como puños en mis teclas cuando golpeabas frustrada. Pero eso nunca te detuvo, siempre seguiste adelante, y lo conseguiste.
Seguiste creciendo, seguiste tocando, pasábamos aún más tiempo que antes, solo los dos. Ambos podíamos crear hermosas melodías que alegraban a quien escuchara, pero podíamos también proyectar la tristeza y melancolía de un corazón roto. Fui tu ancla, tu refugio de todos tus problemas, tu escape. Y yo solo esperaba el momento en el que volverías a casa para compartir más notas.
Todo era felicidad, yo.... ah... me sentía completo, eras parte de mi y creí que así sería siempre. Creí que no te ibas a separar de mí nunca y estoy seguro de que creías lo mismo.
Hasta el choque. Venias de regreso de una fiesta y un idiota se atravesó por la carretera y por salvar su vida, perdiste una parte importante de ti, tu mano derecha. Sin ella no podías tocar más. Aunque te pusieron la prótesis, esa mano de hierro, fría, no sabía tocar lo que sentías.
Entonces te fuiste me dejaste solo, nunca más volviste a tocarme. Llorabas de verme en el rincón de la sala y decidiste deshacerte de mí.
No te culpo, entiendo tu dolor. Y ahora toco esta melancólica melodía por nuestros momentos juntos.
Odio esta abrumadora soledad. Me siento asfixiado, y aunque no estoy completamente solo en esta habitación, la compañía de los demás no me hace sentir mejor. No, en realidad estamos todos igual. Este lugar no es más que una simple bodega musical y todos nosotros estamos abandonados aquí.
Personas que nos empeñan y nunca nos recuperan, quien nos vende, los que mueren y no quedamos a manos de nadie, o quien como yo, es botado por que el simple hecho de mirarlo causa dolor.
Hoy, recuerdo todos aquellos momentos que pasmos juntos con una melancólica melodía. Recuerdo cuando por primera vez te sentaste en mi banco y con tus pequeñas manitas tocabas melodías sin sentido, cantando y gritando que eras la mejor pianista que había existido. Tu papá llego y te cargo, empezó a enseñarte las notas. "Do, Re, Mi..." entendías con gran velocidad y tenias una agilidad increíble. Simplemente oído musical.
Oh, como duelen esos pequeños recuerdos, esos breves momentos que compartimos que me recuerdan ahora que simplemente no estás más. Pasó el tiempo, y disfrutaba de tu compañía, pasábamos horas juntos repitiendo las escalas y arpegios, recuerdo perfectamente como desesperabas cuando no salía a la perfección y deseabas iniciar de nuevo. Aun siento tus pequeñas manos como puños en mis teclas cuando golpeabas frustrada. Pero eso nunca te detuvo, siempre seguiste adelante, y lo conseguiste.
Seguiste creciendo, seguiste tocando, pasábamos aún más tiempo que antes, solo los dos. Ambos podíamos crear hermosas melodías que alegraban a quien escuchara, pero podíamos también proyectar la tristeza y melancolía de un corazón roto. Fui tu ancla, tu refugio de todos tus problemas, tu escape. Y yo solo esperaba el momento en el que volverías a casa para compartir más notas.
Todo era felicidad, yo.... ah... me sentía completo, eras parte de mi y creí que así sería siempre. Creí que no te ibas a separar de mí nunca y estoy seguro de que creías lo mismo.
Hasta el choque. Venias de regreso de una fiesta y un idiota se atravesó por la carretera y por salvar su vida, perdiste una parte importante de ti, tu mano derecha. Sin ella no podías tocar más. Aunque te pusieron la prótesis, esa mano de hierro, fría, no sabía tocar lo que sentías.
Entonces te fuiste me dejaste solo, nunca más volviste a tocarme. Llorabas de verme en el rincón de la sala y decidiste deshacerte de mí.
No te culpo, entiendo tu dolor. Y ahora toco esta melancólica melodía por nuestros momentos juntos.
domingo, 3 de julio de 2011
COSAS POR DECIR EN MOMENTOS SIN PALABRAS
Seguro sabes de esos momentos que te dejan sin palabras. Seguro entiendes el
sentimiento de querer decir algo pero no saber qué. Cuando alguien se va lejos,
o cuando alguien muere. Cuando te dicen cuanto te quieren pero no sientes el
mismo cariño de vuelta.
En esos momentos sientes que tienes muchas cosas que decir pero no sale palabra alguna de tu mente. Blanco, completo silencio. Entonces te preguntas; ¿Y si hubiera alguna forma de decirlo? ¿Cambiarían las cosas?
Es por eso que ahora quiero decir todas esas cosas que antes no podía. He decidido que es momento de que sepas lo mucho que te agradezco el simple hecho de haberme preguntado la hora el primer día de clases. Aunque digas que fui yo. Quiero que sepas lo mucho que te aprecio, lo cercano que te has vuelto hacia mi corazón.
Es gracioso, aun no encuentro las palabras para decirte lo mucho que te quiero. Cuanto me dolería si me privas de tu compañía. Si me atas a un simple recuerdo. Rio cada vez que recuerdo nuestras hazañas. Y te agradezco el hecho de estar simplemente ahí. Porque no hace falta nada más.
Porque sé que en ti puedo confiar. Porque nadie sabe mejor que tu, que algo está mal por un simple "hola"
Pocas palabras para decir en un momento sin palabras. Pero sin embargo, son palabras.
En esos momentos sientes que tienes muchas cosas que decir pero no sale palabra alguna de tu mente. Blanco, completo silencio. Entonces te preguntas; ¿Y si hubiera alguna forma de decirlo? ¿Cambiarían las cosas?
Es por eso que ahora quiero decir todas esas cosas que antes no podía. He decidido que es momento de que sepas lo mucho que te agradezco el simple hecho de haberme preguntado la hora el primer día de clases. Aunque digas que fui yo. Quiero que sepas lo mucho que te aprecio, lo cercano que te has vuelto hacia mi corazón.
Es gracioso, aun no encuentro las palabras para decirte lo mucho que te quiero. Cuanto me dolería si me privas de tu compañía. Si me atas a un simple recuerdo. Rio cada vez que recuerdo nuestras hazañas. Y te agradezco el hecho de estar simplemente ahí. Porque no hace falta nada más.
Porque sé que en ti puedo confiar. Porque nadie sabe mejor que tu, que algo está mal por un simple "hola"
Pocas palabras para decir en un momento sin palabras. Pero sin embargo, son palabras.
PREDECIBLE OSCURIDAD
Estoy
cerca del fin, creo que todo está por terminar, tengo frió, estoy sola en un lugar
húmedo y obscuro, me duelen las articulaciones de las manos y los pies gracias
a las ataduras. Les pedí que las soltaran un poco, no lo hicieron. Supongo que es
mi culpa, la última vez que lo hicieron traté de escapar. Demonios, si tan solo
hubiera corrido más rápido, si tan solo no hubiera salido esa noche de casa.
“Si tan solo” tres palabras que no significan nada, de nada sirve lamentarse,
no a estas alturas del juego. Eso es lo que todo esto es para ellos, un simple
juego. Ellos y sus estúpidos canes que arruinaron mi huida. Uno alcanzó a
morder mi pierna, solo por eso me atraparon. Después de eso no recuerdo mucho,
me golpearon brutalmente amenazando con matarme si volvía a intentarlo, pero no
lo harán. No pueden, sin mí no tienen nada, sin mí se les acaba el juego, yo
gano, ellos pierden, no lo van a permitir.
Forcejeo
un poco, trato de aflojar mis ataduras. Es inútil, escucho pasos que se
acercan, debe ser ya medio día, he perdido la noción del tiempo. Tiemblo, tengo
miedo, pero no dejo que ellos lo vean, en cuanto noten un atisbo de debilidad
en mi esto se acabó. La puerta se abre, pero no veo nada. ¿Qué me pasa, porque
no puedo ver nada? Más pisadas cada vez más cerca, quiero saber que pasa,
reprimo el deseo de voltear la cabeza en diferentes direcciones. Silencio, no
más pasos, siento su presencia, imponente como siempre. Una mano roza mi
mejilla y quito mi cara de golpe. Una repentina luz lastima mis ojos, tengo que
cerrarlos, pero no quiero, es la primera vez que puedo ver algo en un largo
tiempo. Logré quitarme la venda de los ojos. Él ríe y después me da una
bofetada. Trato de gritar, pero me doy cuenta de que estoy amordazada. Siento
furia, rencor. Estoy en el piso, me siento mareada, no recuerdo cuando fue la
última vez que comí algo. Estoy muy débil. No creo aguantar mucho más. Pero
tengo que hacerlo. Él se levanta, dice algo que no alcanzo a comprender y los
demás me golpean hasta dejarme inconsciente. Vuelvo a la obscuridad.
Despierto,
hay algo diferente esta vez, no me duelen más mis muñecas ni mis tobillos, el
lugar dejó de oler mal y no tengo frio. ¿Habré muerto ya? No, aún estoy
amarrada, solo que no con tanta fuerza y tengo la mordaza en la boca. ¿Dónde
estoy? Escucho pisadas. No, otra vez no, no creo soportar otra golpiza ahora.
Me pongo tensa, aun no puedo ver. Se abre otra puerta, pero ahora si puedo ver
luz. No entiendo que está pasando, veo una figura que se acerca. Mis ojos aún
no están acostumbrados a la luz, después de tanto tiempo en la oscuridad. Los
entrecierro un poco, es demasiada luz, solo alcanzo a distinguir sombras. Esta
figura se acerca cada vez más, estoy nerviosa, siento cada fibra de mi cuerpo
temblar y el miedo se expande. Tranquila, contrólate, se fuerte. ¿Para qué? Ya
no sé qué sentido tiene seguir luchando por mi vida, pero no, eso debe ser lo
último que debe morir. Las esperanzas, la fuerza de voluntad, porque si mueren,
muero con ellas. No quiero morir, aún me quedan muchas cosas por vivir, muchas
cosas por hacer. No puedo morir, no quiero morir, no así. Se fuerte, aún queda
esperanza. Siento valentía, levanto el rostro y me siento derecha. Sea lo que
sea, lo voy a afrontar con la frente en alto. Aquella figura ya está más cerca,
su presencia es diferente a la que estoy acostumbrada, me siento insegura, pues
ya no sé quién es mi nuevo visitante. Siento el poder y la prepotencia emanando
de él, la malicia e inteligencia. Es el jefe, estoy segura.
Se
arrodilla frente a mí y alcanzo a distinguir unos ojos azules tras la máscara
que lleva puesta. Su mirada es divertida, peligrosa. Algo no está bien. Estira
la mano, me encojo como reacción a un probable golpe lo que le provoca risa, se
divierte conmigo. Una señal de alerta recorre mi cuerpo. Esto no está bien,
esto no debe ser así, no entiendo ¿por qué acaricia mi mejilla, mi labio
inflamado, por qué me mira con dulzura y hasta con dolor si es él quien me
tiene encerrada? Se levanta y me toma por el brazo para levantarme también,
estoy débil y me cuesta trabajo mantenerme de pie. Grita a alguno de sus
ayudantes que traiga una venda y que me tape los ojos. En un instante no veo
nada más, regreso a la oscuridad total. Siento un extraño alivio pues la
oscuridad se está volviendo algo familiar, algo que conozco. En ella solo estoy
yo con mis añoranzas, mis deseos, mis recuerdos. En ella, yo tengo el control.
Siento
que me jalan del brazo, ¿qué está pasando? Como puedo camino, medio arrastrada
por mi captor me lleva entre pasillos o lugares, no lo sé, damos muchas
vueltas, no tengo idea de donde estoy ni a donde nos dirigimos. Escucho puertas
que se abren, pasos atrás y adelante de mí. Hombres murmurando, algunos hasta
riéndose de mí. Siento coraje, furia, mis manos se vuelven puños y un nuevo
arranque de energía me hace forcejear con mí opresor. En un instante de
distracción, logro zafarme de su agarre, corro hacia cualquier lado mientras me
quito la venda de los ojos. Tardo en adaptarme a la luz, sin embargo sigo
corriendo, estoy muy débil, las piernas me flanquean, la mordida del perro me debilita
aún más. No importa, sigo corriendo, escucho una revolución en el pasillo
detrás de mí. Voces familiares gritan entre sí, alertadas, temerosas. Escucho
una voz nueva perteneciente a los ojos azules, se nota tranquilidad en ella al
dar instrucción a sus hombres que no se alteren, que no podré escapar. Corro
más rápido. Veo una puerta entreabierta, la empujo con cuidado, esta obscuro,
es un armario, me meto ahí, a esperar que todo se tranquilice y recuperar un
poco de fuerza. Escucho pasos, muchos corren, otros caminan. Todos me buscan.
De
pronto me siento como en una película que vi antes de terminar en aquí. La
chica se esconde en un armario para que no la encuentre un grupo de piratas.
Que ridículo. Esto no es una película, no soy la chica y ellos no son piratas.
No hay alguien sentado en una silla dirigiendo un thriller y nadie dirá corte
antes de que me aniquilen. Que estúpida me siento, estoy en un verdadero
peligro, mi vida está en juego y en lugar de pensar como escapar, me estoy comparando
con una película de Hollywood. Es gracioso como en momentos tan desesperantes,
tu cerebro busca la forma de hacerte sentir mejor.
Escucho
un ruido muy cerca, me sobre salto. Espero que no me encuentren. Pero ¿Qué
estoy diciendo? No cabe duda de que me van a encontrar y no cabe duda de que me
van a matar. No, no dejes que esos pensamientos entren en tu mente. No, sácalos
arráncalos de raíz, debes ser fuerte, porque al final es tu vida la que tienes
que salvar. Es la tuya no la de nadie más.
Puedo
oír un crujido, están cerca, se me corta la respiración, tengo mucho miedo.
Siento como ese escalofrió recorre mi espalda y como empiezo a sudar frio. Algo
resbala por mi mejilla ¿una lágrima? Entonces puedo ver una sombra frente al
armario. Mierda. Trato de hacerme hacia atrás pero no tengo espacio. La puerta
se abre poco a poco. Y aparecen los ojos azules. Hace una mueca de diversión y
me dice que desearía no hacerme esto. ¿Hacer qué? Mi cabeza golpea fuertemente
el piso, todo se vuelve negro una vez más. Siento como llega poco a poco la
inconciencia y aunque trato de luchar contra ella es imposible, finalmente ella
gana y yo quedo tirada en el piso de un maldito armario, golpeada una vez más.
Me
duele la cabeza, no recuerdo nada. Siento un delicioso calor recorriendo mi
cuerpo. Un momento, ¿calor? Había estado alejado tanto tiempo del sol que
sentir los rayos contra mi piel me desconcertó. ¿Qué demonios pasó? No escape,
eso lo sé porque aún estoy amarrada, tengo los ojos vendados, pero hay algo
diferente, además del sol, estoy sobre una superficie suave. Me siento mejor,
como si después de un largo día de trabajo me hubiese dado un baño relajante.
¿Qué está pasando? Escucho un ruido. Me sobresalto otra vez. Estoy harta de
esto. Debería de estar acostumbrada a escuchar ruidos, a no saber qué está
pasando y sin embargo, esos idiotas siguen teniendo cierto control sobre mí.
Como odio eso. Siempre he sido una mujer independiente, una mujer que hasta
hace un tiempo, podía cuidarse sola. Una puerta se abre y es cuando me doy
cuenta que no estoy sentada, estoy acostada, trato de moverme pero estoy
amarrada de pies y manos. Esto no me gusta. Tengo un muy mal presentimiento. Se
abre otra puerta, ahora muy cerca de donde estoy y escucho pasos que se acercan
a mí.
Suspiro
de agotamiento, pasos, puertas, susurros, es todo lo que he escuchado por mucho
tiempo ya. Extraño el sonido de las podadoras, las lavadoras de platos, los
ladridos del irritante perro de mi vecino, y ni hablar de los pájaros, la
música, extraño el sonido de la vida misma. Cosas que no valoramos día con día
y solo en situaciones así comprendemos que no están siempre. Otra lágrima
resbala por mi mejilla, pensar en todas esas cosas que daba por hecho en mi
vida y ahora no están más. Quien quiera que fuese, se acercó aún más y se sentó
junto a mí, limpió la lágrima que escurrió por mi mejilla con sus labios. No me
gusta nada a donde se dirige esto. Me estremecí con la idea. Sabía que era algo
inevitable, estaba amarrada, o mejor dicho encadenada y a su completa
disposición, quisiera o no. Comienzo a temblar mientras él misterioso
acompañante besa mi cuello. Trato de resistirme, jalo las cadenas y quiero
gritar, no puedo, me doy cuenta de que estoy amordazada, así que lo único que
sale de mi garganta es un gemido. Se levanta y me dice al odio que no me
preocupe, que me deje llevar. Me dan nauseas, quiero gritar, me muevo hacia
todos lados pero no puedo liberarme de las cadenas. Es inútil. Aquél extraño
comienza a besar mis lóbulos, mi cuello, sigue la línea de mi mandíbula, baja
por mi mentón y continúa hacia mi clavícula. Me resigno, no puedo evitar lo que
va a pasar y lloro. Lloro por mí, por el estado en el que me encuentro, lloro
porque odio este sentimiento de vulnerabilidad. Sigue besando mi cuerpo, apenas
noto que no traigo más que un sostén y unas bragas. Pasa sus labios por mi
pecho, encima de la tela de mi sostén. Es inevitable la reacción de mi cuerpo,
aunque mi mente no lo perciba de la misma manera. No puedo ver, solo sentir.
Sigue besando mi abdomen, mi ombligo, mi vientre. Con su mano, me roza
levemente sobre la braga y me da asco. Tengo el impulso de vomitar, no puedo
hacer nada. Siento que me ahogo con la mordaza en la boca y empiezo a toser. Él
sube lentamente hasta mi rostro y me quita la mordaza. Al instante su boca la
remplazó, arremetiendo contra la mía con furia y urgencia. Traté de moverme,
pero él agarró mi rostro con fuerza y no pude soltarme de él. Le muerdo el
labio con furia y repulsión. Siento un sabor metálico en la boca. Sangre, su
sangre.
Lo
escucho reír. Y vuelve a arremeter contra mis labios, no puedo quitármelo de
encima, las cadenas no me dejan moverme, por más que forcejeo no puedo. No
puedo. ¡Me da furia! Siento como su lengua viola mi boca y no puedo hacer nada.
Por fin suelta mi rostro y logro zafarme de su beso. Sé que viene lo peor. Sus
manos buscan desesperadamente el broche del sostén. Lo encuentra y lo arranca
con intensidad de mi cuerpo. Puedo sentir como crece su erección contra mi
vientre. Sus manos se vuelven pinzas, amasa y pellizca mis senos, me duele.
Entre tanto movimiento, se cae la venda de mis ojos y puedo ver lo que está
pasando. Lloro aún más y volteo la cabeza, no quiero verlo, es suficiente con
tener que sentirlo. Su boca remplaza una mano, dando lengüetazos, succionando y
mordiendo, mientras que su mano desciende. Comienza con desesperación sobre la
braga y después no puede más, la arranca con furia. Estaba desesperado. Con su
mano empieza a dar leves toques. Hace cosas que en otra situación me hubiesen
hecho retorcer de placer, pero ahora solo me provocan asco y rencor. Su mano
vuelve a remplazar a sus labios y viceversa. Su lengua empieza a arremeter
contra mi clítoris. Lloro, siento debilidad.
Él
me ve, entonces veo esos ojos azules, hay algo en ellos que me perturba, algo
en ellos que es familiar. Sonríe con malicia y me vuelve a besar. Me agarra de
la cintura y me da vuelta. Me coloca en cuatro puntos. Agarra mi cabello y lo
tira con fuerza arrancándome un grito. Susurra algo a mi oído que no puedo
entender, estoy aturdida con todo lo que está pasando. Se arrodilla detrás de
mí, sus manos siguen amasando con furia mis senos. Me está lastimando, duele
mucho. Siento una punzada horrible de dolor y grito de nuevo. Me penetra con
furia. Embiste contra mí como si quisiera atravesarme. Mis senos chocan entre
sí, pero no los suelta. Sigue entrando y saliendo de mí con rapidez. Lo escucho
gemir y hasta gritar. Se sale de mí y lleva su erección a mi boca, me obliga a
lamerle, no quiero, me obliga.
Se
me ocurre una idea. Empiezo a fingir que lo disfruto, hasta gimo. Le pido que
me suelte, que me deje tocarlo como el me tocó a mí, que me deje hacerle sentir
lo que él me hiso sentir a mí. Debo ser convincente, al instante me libera de
los pies y luego las manos. Finjo un poco más me monto sobre él y lo beso.
Reprimo todo el asco que siento y le beso el cuerpo, sin que se dé cuenta lo
encadeno de los pies, pero está tan sumergido en el placer que no lo siente. Lo
beso despacio llego a su cuello y trato de encadenarle las manos. Fallo, se
mueve. Nuevo plan. Bajo lentamente hasta su erección y la llevo a mi boca de
nuevo. Momento de actuar. Robo con cuidado la llave y muerdo con todas mis
fuerzas. Siento la sangre fluir y como mis dientes chocar, lo escucho gritar.
Le amarro la mordaza a la boca y no puede gritar más. Le escupo el pedazo de
virilidad que acabo de cortarle y me ve con miedo. Suelto una carcajada. Me
encanta el sentimiento de poder. Ahora entiendo su necesidad. Es curioso.
Agarro mi ropa interior y me visto mientras que veo como él se desmaya del
dolor. Si no para esa hemorragia rápido, puede morir. Rio de nuevo. Oh la
satisfacción que siento de haberle causado dolor es increíble, es una nueva
fase de mí, es algo que no conocía. Me gusta. Saboreo la sangre que queda en
mis labios. Escucho con atención para asegurarme de que no hay nadie más cerca.
No escucho nada. Tomo su camisa y me la pongo. Con la llave abro la puerta, y
salgo en silencio, camino con cuidado por los pasillos, fijándome que no haya
nadie, veo cosas conocidas, un vestíbulo que me parece familiar. Me encojo de
hombros. Veo una puerta que parece entrada principal, me doy cuenta que estoy
en una casa. Me asomo con cuidado a la ventana. Veo que hay dos hombres afuera.
Busco a mi alrededor algo con que distraerlos y encuentro la cocina. Entro a
hurtadillas hay otro hombre viendo la televisión. Me arrastro por el piso y
tomo un par de cuchillos en extremo silencio. Lo agarro con fuerza, de pronto
me siento fuerte, no solo física, pero emocionalmente también. Me escabullo de
vuelta a la entrada, abro con cuidado, salgo. Siento el aire fresco entrar en
mis pulmones y el frio rozar mi rostro. Siento que la vida me vuelve al cuerpo.
Con sigilo me acerco al primer hombre y le corto la yugular con el cuchillo,
antes de que el segundo hombre se me acerca le lanzo el cuchillo y se lo
inserto en el ojo. Rio. Escucho como el hombre de la cocina se levanta. Avanzo
con paso decidido, aún tengo sangre en los labios. Recojo mis cuchillos y
camino hacia el bosque, decida con cuidado. Camino y camino, nadie me sigue,
está todo muy callado. No me molesto en voltear atrás. Cuando llego a la
carretera me siento un poco aliviada, estoy descalza, semidesnuda, pero viva.
Camino hasta el poblado más cercano, entonces lo vi, un chico no mucho más
grande que yo, con ojos azules, cojeaba con una hielera y se dirigía al
hospital. Cuando vi su rostro completo supe porque me era familiar. Él era mi
mejor amigo, aquel bastardo que me había secuestrado y tenido encerrada. Aquél
idiota que me había violado era mi mejor amigo. Enfurezco. Corro hacia él. No
me importa que venga con dos hombres más, no me importa que me vuelva a
capturar. Tiene que pagar. Así que corro hacia él. Le grito su nombre, reconoce
mi voz. Se queda paralizado en la entrada. Sigo corriendo. Lo alcanzo y lo
abofeteo con fuerza. Claramente no soy ni estaba lo suficientemente fuerte como
para dañarlo. Empuño mi cuchillo y lo mato. Se lo entierro en el corazón y lo
retuerzo. Susurra mi nombre. Me importa un bledo. Una lágrima recorre mi
mejilla cuando suelta su último suspiro. Lo quería. Lo amaba y sin embargo lo
maté.
Siento
una punzada horrible en el pecho, caigo débil. Suelto el cuchillo y me desplomo
sobre él. Una bala atraviesa mi corazón. Siento frío, pero no tengo miedo. Todo
termino ahora, estaré bien, tranquila. Todo se empieza a volver negro, escucho
como las enfermeras salen corriendo del hospital, apresurándose por socorrernos.
Pero no me importa. Ya he terminado con esto. Él murió y murió por mi mano. No
me queda más por que vivir. Moriré orgullosa, sabiendo que es él quien muere
por mí y no yo por él. Así es como debe ser.
Siento
una vez más como la obscuridad se viene sobre de mí. Pero esta vez es una
oscuridad diferente. Y a diferencia de otras veces, la dejo llegar sin luchar
contra ella. Esta vez sé que de esa oscuridad no volveré jamás.
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